Marcando,
una, dos, tres… quince veces. Treinta veces. Las veces que fueron necesarias
para saber que no estarías, para convencernos.
Fueron
treinta respiros apresurados. Mi corazón palpitaba tan fuerte, quería verte.
Posiblemente mi mente empezaba a darse cuenta de que esas pequeñas líneas de expresión
alrededor de tus ojos, no eran precisamente lo más atractivo de ti, pero ¿y
qué? Yo te quería.
Marque
treinta veces, repetí el número en mi mente hasta aprenderlo, termine todo el
café que tenía en el extraíble de la cocina, mis dedos estaban ya un poco duros
y planos por presionar los botones del teléfono sin parar.
Pasaron
horas, fueron tres, no, espera, quizá fueron cinco. Entre mi angustia no pude
asimilar el tiempo. Ya se verá en la tarifa del teléfono. Cuando no
respondiste, me di cuenta de que jamás lo habías hecho, y no, no hablo por las
simples llamadas a distancia, siempre estuve llamando, siempre constante,
siempre firme y tú, tú jamás respondiste.
Cuando
sonríes, el corazón se me paraliza y una nube negra cubre mis ojos por los
deseos insaciables que mi mente comienza a crear, lamento que ya no estés aquí.
Que tu sonrisa jamás haya sido mía, mucho menos tus besos, tampoco tus
promesas.
Reitero,
esas líneas de expresión alrededor de tus ojos, no eran precisamente lo más
atractivo de ti, pero me gusta verlas. Era el reflejo de la sabiduría de tus
palabras. De la labia que tenías para enamorarme, para conquistarme, para
convencerme.
Hoy
ya no, después de treinta veces incesantes, mi pensamiento reparó en la idea de
no querer entrar en un círculo vicioso, de no tener que gastar lágrimas, mucho
menos mendigar amor padeciendo día a día soledad.
Bebí
tragos amargos de rabia mezclados con risas fingidas, tomé todo el café del extraíble
para mantener despierto el amor por ti.
Hoy, bebo té de menta para refrescar mi
mente, deseche el café como a ti de mi mente. Hoy, corro por entre tus líneas de
expresión y me deslizo por los hoyuelos de tus mejillas, para dedicarte un beso
tierno, para decirte que hoy no volveremos a vernos.