He dejado una pluma de tinta
negra con media taza de café… he dejado los dedos marcados en la hoja color ámbar
que se posa sobre la mesa.
Me he quedado atónita… tu voz es
como un puñado de granos de café… ácidos, amargos, pero ricos.
Me he quedado tan sorprendida, tu
barba ha crecido unos centímetros, tus ojos color miel parecen más claros… Sigo
sin parpadear, sigo con el resonar de tu saludo en la cabeza… ¿Estaré soñando?
Dame un beso. Hazme un favor y
recorre tus manos por mi cara, tus labios por los míos… mueve tu cuerpo, juntalo
con el mío.
Llévame a la cama, pero no me toques
.
Te he soñado doscientas veces, he
visto tu rostro entre campos de girasoles. He movido mil paredes, he atravesado
calles llenas de ramas con espinas. Te he encontrado.
Tómame entre tus brazos, tira de
mi labio, acomoda mi cabello detrás de mi oreja, susúrrame un te amo.
Dame tres vueltas de vals, veme a
los ojos, hunde tu mirada en mi escote, camina por el costado de mis piernas,
entierra tus manos en mi cuerpo, estruja como si buscaras un tesoro… mírame. Colócame…
acomódame, tómame del cuello, libérame.
Llévame a la cama pero, no me toques.
Inunda de besos mi espalda, rasga
los secretos que lleva consigo, borra las cicatrices, adopta mi respiración,
hazla tuya.
Dame una respiración profunda,
limítame al hablar, dame el perfume de
tu piel…
Llévame a la cama pero no me
toques.
Hipnotízame, detén el tiempo,
abraza con tus piernas mis caderas, resbala por mi cuello, entiérrame la pluma
de tinta negra, mátame. Regálame un suspiro, hazme un favor… no te vayas, aún
no.
Deja que desgarre tu camisa, que
te de un tirón, que desnude la belleza que reposa en tu interior; déjame formar
círculos en tu espalda, de tomar un poco de tu aliento, de deslizar mi mano por
tu nuca…
Desperté…
Con los ojos húmedos,
con hematomas en la piel… con los labios desgarrados. Con las ganas de verte y
de morir otra vez.
Desperté con ganas de
abrazarte, de que me lleves a la cama y
me mates otra vez.
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